miércoles, 4 de julio de 2012

Pablo Escobar, el santo...ME ADHIERO

Colombia, 04 de julio de 2012 / Artículo de Opinión / FRANCISCO SANTOS CALDERÓN

Es un gran éxito de rating. O como me dijo Fernando Gaitán cuando le pregunté sobre la serie de Pablo Escobar, es como patear un penalti sin arquero. No era tan difícil tampoco pues esas historias de la realidad, cómo tantas otras en nuestro país, superan la versión más macondiana de Colombia. Lo cierto es que Caracol se la echó toda con esa serie. La pregunta es: ¿a qué costo?


El costo no es para la empresa de televisión que recupera primacía en la parrilla después de años de desierto y de paso se mete un gran billete al bolsillo. El costo es para todos aquellos que sufrimos directa o indirectamente la violencia sistemática de un criminal que a punta de terrorismo casi doblega a nuestra sociedad.

Mis hijos me dieron una lección de dignidad. Cuando les pregunté si veíamos el primer capítulo de la serie ellos me respondieron, ¿y darle rating y plata a quien quiere dignificar el asesino que casi nos deja sin papá? La misma indignación se la sentí al actual director de la Policía cuando le pregunté del tema. Se avergonzaba con los más de tres mil policías asesinados por el narcotráfico y por sus familias que ahora tienen que ver como el enemigo número uno de esa institución, Pablo Escobar, es la estrella del “prime time” colombiano.

La semana pasada un grupo de empresarios paisas también se quejaban con dolor de ciudad y de víctimas, pues muchos vivieron el terror de las bombas, el terror de salir a la calle y el dolor de la herencia que le dejó a Medellín este delincuente que según me cuentan quienes han visto la serie por ahora es un Robin Hood moderno. En privado, y ahí está parte del problema, me decían que ellos se negaban a pautar en un programa que estigmatiza a una ciudad, que recuerda el terror de una era, que enseña de cierta manera que el crimen paga y que victimiza de nuevo a las víctimas.

Finalmente, y lo que me llevó a escribir esto, fue una pregunta de un policía que vivió, y que vive, el dolor de esa época: ¿por qué nadie dice nada?

Algunos dirán que escribo esto porque trabajo en RCN. Otros que es una actitud parroquial y que es como tratar de tapar el sol con las manos. Y no faltará quien me acuse de coartar la libertad de expresión.

No, esta protesta tiene que ver con el dolor de víctima. De víctimas. De policías asesinados. De periodistas silenciados. De pasajeros de un avión que explotaba en el aire por una bomba terrorista. De comerciantes y compradores que estallaron en mil pedazos por el uso de explosivos en contra de ciudadanos indefensos. De tantas voces valientes que sacrificaron su vida y hoy se revuelcan en la tumba.

No vuelvo a prender Caracol Televisión mientras esta serie esté al aire. No acepto esa apología del delito disfrazada de buena televisión. Es mi pequeño acto de protesta e invito a otros que sienten ese dolor e indignación a que hagan lo mismo. No hay derecho a que mientras unos de manera banal logran sus objetivos comerciales con el dolor ajeno, las víctimas lloremos en la soledad del olvido ese triste momento de nuestra historia que tanta sangre dejó y hoy aún deja en los campos y ciudades de nuestro país.

Protesto y apago.



fsantos@rcnradio.com.co

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